domingo, 8 de noviembre de 2009

Yeísmo



Creo sinceramente en el valor educativo de los chistes. Esos textos breves pueden llegar a ser verdaderas joyas del ingenio humano. Aprendemos mejor si disfrutamos al hacerlo y nuestra mente tiende a borrar los aprendizajes traumáticos.

Sin duda, un buen chiste —el que nos roba una franca risa cómplice— funciona porque subyacen en él mecanismos de índole lingüística que ponen a prueba nuestra competencia comunicativa.

Leí en mi agenda* del día 6 de octubre el siguiente chiste:

«Un hombre va saltando por la calle y pregunta a otro transeúnte:
—¡Por favor! ¿La calle Saboya?
—No, señor; por mucho que salte, no se abolla.»

La gracia del texto es el equívoco absurdo entre “Saboya” y “se abolla”. El recurso estilístico se llama “calambur” (aquello de «Oro parece/ “plata-no” es/ ¿Qué es?») y si llegamos a confundir un sustantivo con una forma verbal pronominal conjugada es por el “yeísmo”. El yeísmo es un fenómeno fonético que consiste en pronunciar [λ] como [y]. Traducido a grafías, sería pronunciar la palabra “ralla” como “raya”. Actualmente, es una característica de la inmensa mayoría de los hispanohablantes.

Yo mismo, que —por conocimiento de lenguas donde la oposición es claramente fonológica, como para oponer palla a paia en catalán— soy capaz de distinguir la pronunciación de los dos sonidos y artificialmente podría pronunciarlos de manera diferentes, tengo que reconocer que soy yeístas en mis proferencias (orales) espontáneas.

Puedo aportar una anécdota familiar. Mi hija, de 7 años, hizo un dibujo dedicado a su abuela materna, que acaba de sufrir una operación de rodilla. El dibujo iba acompañado de una dedicatoria y vi escrito Llalla. En catalán (y en murciano, variante dialectal del castellano o español), la denominación familiar de “abuela” es iaia [yáyə]**. ¿Ya saben aquello de que «En casa del herrero, cuchara de palo»?

El yeísmo adquiere diferentes variantes en el ámbito hispano. Nos llama la atención la llamada pronunciación “rehilada” (con la lengua curvada) del sonido palatal central [y]. En la variante rioplatense encontraríamos en verdad el “žeísmo” y el “šeísmo”. Pude percibir este hecho en una de mis estancias bonaerenses al visitar la familia. Tenía muy presente entonces en la cabeza la lengua portuguesa y escuche nítidamente la palabra sujo (‘sucio’) cuando en realidad el niño decía “suyo”, ‘de él’. En efecto la pronunciación ha evolucionado: de [y] (a veces sustituyendo a [λ]) a una variante sonora [з] y, a una sorda [∫]. Esta evolución se dio históricamente en la lengua española y en vez de “abella” hoy decimos “abeja”: *apícula (lat. ‘abejita’) > [apíkla] > [apíkla] >[abékla] >[abéhla] >[abéíla] >[abéλa] >[abéзa] > [abé∫a] >[abéxa].

¿Quién dijo que la fonética era un “rollo” (o “royo”)?



* Ha sido un descubrimiento: se llama Agenda etimológica e incluye cada día la etimología de antropónimos, un pensamiento, una oración —que se repite siempre en tres lenguas: castellanas, francesa e inglesa— y un chiste.

** [yáyə] El carácter que no aparece aquí es el de “vocal neutra”, que en el alfabeto de la AFI se representa como una “a” invertida.