domingo, 1 de noviembre de 2009

Sobre el voseo


La fotografía anterior tiene su valor en el texto, no en la figura. Habrá quien diga que es todo lo contrario; pero, desde el punto de vista semiótico (‘ciencia de los signos’), recurrir en publicidad a un personaje femenino ligero de ropa para vender cualquier tipo de producto ―tabaco, coches, viajes, comida, cerveza…― es, cuanto menos, de mal gusto o simplemente un mecanismo manido, poco original.

La publicidad engaña, “fetichiza” los objetos. En efecto quien beba cerveza se merece no esa pobre chica en bikini: se merece una barriga prominente o un accidente de coche por beber bajo sus efectos.

El voseo resulta un fenómeno lingüístico fascinante. Alguien puede dudar si en lo metalingüístico encontramos esa fascinación, pero creo que sí. El voseo antiguamente era un uso formal del lenguaje. En El Quijote de Cervantes encontramos muchas muestras —por ejemplo, en el habla de Sancho Panza— de referirnos a un receptor único con la forma de 2ª persona… de plural. El equivalente sería hoy la forma “usted” (‘de vuesa merced’, pero gramaticalmente 3ª persona de singular). En su uso americano (por ejemplo, rioplatense), observamos que “vos” acabo sustituyendo a “tú”, con valor de informalidad, de confianza.

El texto de la fotografía nos revela un uso real del fenómeno, pues se utiliza en publicidad. Hay una forma pronominal tónica “vos” y una forma verbal “merecés” (que proviene de la forma "merecéis"), que etimológicamente son 2º persona de plural; pero en la forma pronominal átona siempre fue de 2ª persona de singular (“tuteo”).

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En realidad yo quería contar un chiste. Para que tenga gracia —y quizás es mucho pedir— hay que contarlo oralmente, imitando acento argentino o uruguayo. Comprobarás que no es buen chiste, pero juro que es invención de un servidor.

«Dos argentinos, hombre y mujer, se extrañan e intentan hablarse por el celular:
Flaca, te quiero, te requiero, sho sin vos no soy nadie. Quiero estar con vos. Y vos, ¿cómo estás vos sin mí?
—Yo sin voz, sin voz, gordo —contesta la mujer—, estoy AFÓNICA».