domingo, 15 de noviembre de 2009

Interjecciones propias e interjecciones impropias


Juro que nunca me hubiera atrevido a contar este chiste en clase, pero se me ocurrió añadir en el último examen de clase una pregunta en que los alumnos tenían que especificar la diferencia entre “interjecciones propias” e “impropias” y además tenían que aportar un ejemplo para cada uno de los tipos de esa peculiar clase de palabras.

Nadie escribió la solución correcta y a mí me dio rabia, tanta, que me vino a la cabeza una palabra que en castellano designa el órgano genital femenino y que no estaba incluida en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, hasta los titánicos esfuerzos de Camilo José Cela.

La palabra en cuestión suele ser interjección en boca de los hablantes con variados significados pero con cierta especialización en lo negativo, lo que se muestra más evidentemente si cabe en la forma aumentativa: “coñazo”. En efecto, por cierta tendencia misógina que se fosiliza en nuestra lengua, mientras una profesora imparta clases amenas se le llamará “profesora cojonuda” (lo que constituye una aberración contra la precisión anatómica); pero, si sus clases son un muermo, aunque sea profesor, se le calificará como “coñazo”. Utilizamos la palabra especialmente en situaciones de énfasis, de rotundidad; como si usar una palabra “tabú” aportara más fuerza a nuestro discurso. En partes de América, se nos denomina a los de España por esta peculiar interjección, del mismo modo que a los argentinos o a los valencianos los denominamos: “che”.

He aquí el chiste:

En una playa nudista, un “textil” observa descaradamente a una mujer que está con su pareja practicando “el-tomar-el-sol-como-Dios-la-trajo-al-mundo”.

El novio de la chica no aguanta más tanto descaro y le increpa:

—¿Qué coño está mirando?

—El de tu novia —le suelta el mirón.


***

Las interjecciones propias son aquellas palabras (como “¡Ah!, ¡Eh!, ¡Oh!...) que se utilizan sólo como tales; las impropias son palabras léxicas de la lengua que se habilitan como interjecciones.

El chiste, si se entiende, es porque el mirón toma la interjección impropia como un sustantivo común.

Desde aquí vayan mis disculpas: lo soez del chiste solo se justifica por la precisión del ejemplo.